La mayoría de nosotros asociamos la cocina con la abuela, la madre y la nevera (y su consiguiente reserva inagotable de comida). Pero más allá de los programas de Arguiñano, donde todo es coser y cantar, no nos solemos atrever, al menos un gran porcentaje de gente joven, a echar una mano en los asuntos culinarios.
En mi caso puede ser porque la mayor parte de los objetos no me atraen estéticamente en absoluto, si hay una cosa fea en este planeta es una manopla de cocina gigante en la que caben cinco manos. Sin embargo este pequeño problema está llegando poco a poco a su fin, cada vez hay más diseño en la cocina y me quedo sin excusas para abrir el recetario que muy amablemente mi madre me dio el año pasado como regalo de cumpleaños. Además este proceso está echando raíces en el sector infantil…
Tenemos que reconocer que el diseño emocional, aquel que se basa en las reacciones que provoca el aspecto del objeto, va a acabar con algunos problemas, pero también va a generar otros muchos. Las cosas no son lo que parecen, no es oro todo lo que reluce y el mejor packaging (envoltorio) de queso puede contener una trampa mortal de la que nos será difícil escapar una vez abierto.
Eso sí, nunca negaremos lo bonita que puede llegar a ser una galleta, aunque sepa a rayos…
Yo procuro vencer mi inclinación hacia los colores llamativos, la tipografía Helvética, la creatividad y la originalidad, y anteponer lo práctico o la calidad del producto, claro que no siempre lo consigo, y al final acabo convirtiendo mi nevera en un pequeño museo, donde la mayoría de las cosas no se pueden comer y lo que se puede comer me da pena comerlo.
Si alguna de estas cosas os gusta especialmente, aquí os dejo los enlaces:
-Utensilios de cocina para niños, link
-Lápiz de queso, link
-Guantes para la cocina pixelazos, link
-Galletas con superpoderes, link
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