Me meto en un campo en el que no es raro que resbale, pero seguro que alguien podrá corregirme si me equivoco. Mi intención es ir un poco más allá de los temas que se repiten con motivo del aniversario del terremoto que debastó Haití y buscar alguna causa más profunda que sea clave para entender los problemas que impiden la reconstrucción del país.
Ya sabemos que todavía más de un millón de haitianos sigue en la calle y que, como a perro flaco todo son pulgas, se encuentran ahora con un brote de cólera que ha provocado la muerte de miles de personas y con un proceso electoral sobre el que se ciernen las sospechas de fraude. Sin embargo, poco o nada se habla del sistema de propiedad que impera en la isla y que resulta ser un punto clave a la hora de de levantar un país de sus cimientos.
La legislación del país sólo contempla la propiedad vertical, lo que provoca que quien compra el suelo sea a su vez propietario de todos los pisos de las diferentes alturas que tenga el edificio (frente a la propiedad horizontal de la que disfrutamos en la mayoría de nuestros pisos). Algo que puede entenderse como una herencia del pasado colonial del país y que está siendo un gran escollo a salvar para poder reubicar a los desplazados en un futuro próximo.
Imagen de Puerto Príncipe antes y después del terremoto
Es increible como estos aspectos legales pueden paralizar todo un proceso de desarrollo posterior a una catástrofe de esta magnitud. Pero hay que reconocer que es un tema importante para que las soluciones sean duraderas y no hayan problemas en las próximas décadas.
El contrapunto lo encontramos en Tailandia, donde todo fueron facilidades tras el tsunami que arrasó el sur del país gracias a la flexibilidad de su legislación en materia de propiedad y construcción.
Otro detalle, del que sí se ha hablado un poco más pero que desde mi punto de vista es fundamental para entender la lentitud del proceso, es el trabajo de desescombro, que no llega al 5 por ciento después de todo este tiempo. Sobre este punto escribo en la sección de opinión del portal digital del periódico de la universidad: MIRADA XXI.
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