Advertí a Alicia de que la pondría en evidencia en el blog por sus gustos en la decoración. Ella no quiere ser menos y le tengo que dar su espacio. Las señoritas primero:
La casa-bar de Sergio Alonso
La concepción que tiene Sergio de una casa es un tanto rara, se asemeja más a un bar que un lugar de descanso donde se come y se duerme. Esto es fácilmente comprobable; para empezar hay que abrir la nevera. Evidentemente no hay comida, sólo bebida. Con lo grande que es (la nevera) no caben unos tomates o una lechuga, no hay sitio, lo prometo, pero eso sí, guarda 2 Cocacolas (de 2l), una botella de sangría, una de Fanta de limón, otra de cava, otra de vino e innumerables latas de cerveza (todo por si llegan invitados), sin mencionar el ron y los licores que tiene en el mueble del salón.
Por otro lado ir al IKEA con él es una aventura, mientras yo me fijo en cosas como servilletas y platos de colores, Sergio sólo piensa en sofás-cama (por si llegan invitados), estanterías a modo de barra donde apoyar las cervezas (por si llegan invitados), más taburetes (por si llegan invitados), y miles de cosas más que podrían formar parte de la decoración de una taberna. Lo que yo no logro entender es cómo una persona tan ordenada, rectifico, estrictamente ordenada, se atreve a meter a más de 20 personas a la vez en un piso de menos de 60 m2.. Digo lo de estrictamente ordenada porque los cuencos de la cocina deben estar pegados a la pared y separados unos de otros por 1,5cm, y si no… están mal.
Por último diré, que mientras la gente ‘normal’ colecciona sellos, o soldaditos de plomo, Sergio colecciona… tercios de cerveza (cosa que no le cuesta mucho trabajo adquirir) y los tiene por todos los rincones, incluida una barra americana que le hizo construir a su padre (por si llegaban invitados). En fin, ya decía yo que algo peculiar era este hombre y a medida que lo conozco, más me sorprende.
Alicia en la casa de las maravillas
El inicio de mi reflexión no va a ser políticamente correcto, pero que nadie se lo tome a mal. Si hay algo bueno que tienen los perros es esa visión en blanco y negro que tienen. Ir con ellos a IKEA debe ser un remanso de paz, algo que no pasa cuando vas con la novia. Es habitual que te encuentres andando por uno de esos interminables pasillos y notes un tirón en el brazo. Algo brilla por el fondo: servilletas de colores, vidrios tintados… es igual, cualquier cosa que tu consideres escandalosamente llamativa, a ellas les gusta. No sólo eso, en lo que tú no has sido capaz ni de ver el precio, su mente ya lo ha ubicado en un lugar concreto de casa y le han encontrado cualquier utilidad.
Alicia es de las que tira, pero a la vez se contiene. Va lanzando avisos, como suelen hacer las mujeres: “Bua, una cena con platos negros y servilletas amarillas tiene que ser una pasada”, “algún día hay que comprar pajitas de colores”, o “¡Qué bien quedarían esos botes para guardar el perfume!”... Y digo yo, ¿no vienen ya las colonias en sus recipientes?, cómo les gusta complicar las cosas.
Al grito de “¡Ohti que guay!”, tuvo que comprar esto, ahí no pudo contenerse. Este punto enlaza directamente con lo que podría llamarse ‘el síndrome Disney’. Estas películas han hecho mucho daño a nuestra sociedad, introduciendo en algunos cerebros, desde la más tierna infancia, una especie de ‘chip’ que salta cada vez que esa persona se acerca al mueble más hortera que os podáis imaginar. Alicia se justifica: “No es de princesas, es vintage”. Una de esas palabras que sirven para todo. Juzgad vosotros mismos:
Ellas suelen decir: ¡Para gustos los colores!. Por eso han inventado el beige, el bermellón o el turquesa, para intentar llevarse el gusto a su terreno. Pero no lo permitiremos, o sí…