domingo, 15 de agosto de 2010

Un hikikomori en Madrid: Presentación



Pese a la parodia, éste es un tema muy serio en Japón. Así, aprovechamos la ocasión para culturizarnos un poco. Es espectacular ver cómo el hecho de suspender los exámenes en una sociedad tan competitiva, elitista y exigente como la japonesa, acaba siendo la causa de reclusión, que provoca que jóvenes de apenas 20 años se escondan del mundo y lleven tres o cuatro años sin salir de las cuatro paredes de su cuarto. Para ello, se apoyan en los videojuegos, las películas o Internet, instrumentos que les ayudan a crear un nuevo mundo en el que se sienten más cómodos, donde ser todo aquello con lo que sueñan.

Adjunto un video, su calidad podría ser mejor, pero creo que es el documental más completo sobre el tema, emitido en el canal Odisea.

http://www.youtube.com/watch?v=T7_EW6qDoIA

UN HIKIKOMORI EN MADRID, por Vedia

Lo reconozco. Odio a la gente. Tengo un odio profundo hacia la mayoría de esta sociedad corrupta y sin conciencia. Y ya en el ámbito más doméstico, odio la convivencia. Bueno, en realidad no la entiendo.

No comprendo bajo que anacrónico axioma hemos asimilado la obligación social de convivir con otros seres de tu misma especie (normalmente subespecie en mi caso) bajo un mismo techo para llegar a un clima de aceptación y normalidad que no te hiciera parecer un paria ante el resto del mundo.

La convivencia, por pura definición, conlleva la cesión de parte de tu espacio vital a otros. Y esos otros, por más afinidad que mantengan contigo, por mucho amor que creáis sentir (que nadie se engañe, está ampliamente demostrado que la bioquímica cerebral detrás del manido término "amor" tiene fecha de caducidad, que se degrada y acaba por extinguirse tarde o temprano para todos), nunca podrá permitiros ser vosotros mismos al 100%.

Venga va, seamos sinceros. ¿Alguno de vosotros se ha sentido libre y cómodo de tirarse un pedo de proporciones bíblicas cuando estáis en la intimidad del salón con vuestra novia en las primeras y florecientes etapas de vuestro amor? Y antes de que uséis lo escatológico del ejemplo como excusa para invalidarlo, vamos a elegir uno menos asqueroso.

¿Alguien que convive en pareja (o trío) tiene la libertad absoluta de hacer y deshacer a su antojo dentro de su casa en lo relativo a música, limpieza, horarios, etc…? Porque amigos, ninguno de nosotros estamos a salvo de caer prendados de una rubia lasciva amante de Hannah Montana, de Crepúsculo o de ese artista seguramente creado a partir de la metástasis de un manatí llamado David Bisbal.

Admitámoslo. La convivencia significa renunciar a buena parte de los hábitos que emanan de nuestro alma y que nos hacen realmente felices. Claro que al final casi todos acaban renunciando a esa libertad y felicidad más pura a cambio de satisfacer sus necesidad primigenias, sin duda obligados por un sistema sobrehormonado que decide por nosotros.


Pero yo, al menos por ahora, he decidido vivir solo. Y además salir lo menos posible. Con el tiempo he creado hacia los demás una aceptable historia en la que intervienen una fotofobia un tanto irónica, una misantropía fundada en los más destacados borregos alienados de mi ciudad (esa que se llena de miles de gárrulos con banderitas rojigualdas para celebrar que once niñatos millonarios traspasan una linea de cal con un cacho de cuero a miles de kilómetros de distancia, pero que luego son incapaces de salir y tomar las calles por las más graves vulneraciones de derechos personales en su vida diaria), con un modo de vida lo más pragmático posible.

Mi leitmotiv es que si voy a estar más cómodo dentro, no salgo fuera. Así que yo combato desde casa, en mi cueva acompañado de hordas de ácaros aglutinados en las esquinas como prostitutas bielorrusas de 17 años esperando ser mayores de edad para sacar todo su potencial a relucir en la vieja europa occidental.

Y así llevo cinco años. He creado un submundo a mi gusto, donde soy al mismo tiempo emperador, monarca y súbdito. A veces mi yo emperador obliga a mi yo súbdito a ceder y limpiar los baños. Me quejo, recurro su sentencia al tribunal de la procrastinación, pero tarde o temprano acabo cumpliendo mi condena.

Y este estado mental de hikikomori empedernido tiene sus ventajas, como el poder hacer el amor cada día, a cualquier hora, con la persona que más quiero y mejor me conoce en el mundo (no os olvidéis que ante todo era un tío pragmático). Sin quejas, sin reproches, sin miradas displicentes recriminando una duración excesivamente corta del acto amatorio….nada, sólo complicidad con uno mismo y amor emanando de cada acto onanista.

No voy a aburriros con los baches del camino antisocial y solitario que he tomado, pero os puedo adelantar que dada mi completa incapacidad para cocinar casi nada, mi rechazo frontal a planchar y fregar, y a la increíble colección de máquinas computerizadas que me rodean (he llegado a tener diecisiete ordenadores en casa), todo ello mezclado con mi grave adicción a internet… puedo afirmar feliz que es un éxito que después de cinco años sólo esté unos 8 kilos por encima de mi peso ideal, y no haya tenido afecciones patológicas graves dada la insalubridad de mi cocina (o el Area51 de investigación del CSIC).


Afortunadamente puedo evitar la luz solar al menos seis meses al año, hacer la compra antes de las 23:00 que cierra el Carreful, trabajar desde casa o sacarme la carrera casi sin pisar un aula. De ese modo, dejándome ver en pequeñas dosis, mis amigos y familiares sobrellevan de manera óptima mi insoportable prepotencia y mi odio a su forma de vida y a casi todo lo que ellos quieren o admiran.

Concluyendo; Un 'hikikomori' en Madrid puede asumir parte de la filosofía antisocial originaria y recluirse en su pequeño antro de perversión tecnosexual, rechazando la basura subhumana reinante en nuestra sociedad alienada por Iniestas o Grandes Hermanos, y al mismo tiempo permitir pequeñas dosis de apertura a sus más íntimos amigos y permitirles profanar su hogar para que les traigan buenas nuevas (o "updates" que decimos nosotros) del mundo exterior.

Así que amigos, no lo dudéis, dad un paso al frente en la evolución darwinista y convertíos en hikikomoris. Vuestra vida sexual disminuirá drásticamente, vuestra higiene personal os abandone para no volver, y pensaréis que el término "tableta de chocolate" solamente va ligado a Nestlé y nunca a Cristiano Ronaldo.

Pero eso serán pequeñas piedras en el camino para convertiros en unas personas más plenas y felices. Ahora, si me disculpáis, me toca la paja de las 17:23. Adiós.

1 comentario:

Sergio Alonso dijo...

Una parodia al fin y al cabo. Con sus medio verdades y medio mentiras, como todo en la vida. Quien conozca al protagonista lo entenderá mejor, los que no hayan coincidido con él se asustarán (pero no es para tanto, tampoco es tan feo).