Han sido años de duro esfuerzo. Cuatro décadas sacrificándose, bebiendo una cerveza tras otra, para poder construir una casa única en todo el mundo. John Milkovisch dejó a un lado su trabajo como tapicero en el Ferrocarril del Pacífico Sur en 1968 para comenzar con este proyecto, ahora conocido como la Casa de la lata de cerveza y que recibe incluso visitas de curiosos turistas los sábados y domingos.
Como podéis ver, a Jonh nadie le ha ayudado en esta tarea. Ha tenido que ser él mismo quien levante esa casa desde sus cimientos. Se podría decir que es una de esas personas que se hace a sí misma (sólo hay que ver su barriga). Ha moldeado su cuerpo con cantidades industriales de cerveza a la vez que daba forma a su casa. "Algunas personas dicen que esto es escultura, pero yo no fuí a ninguna escuela de prestigio para tener estas ideas locas", asegura.
Su esposa, Mary, señala que nunca se había imaginado que alguien se fuera a interesar por esto. "A él simplemente le encantaba beber su cerveza y pasar el día fuera cortando las latas", apostilla.
Se calcula que ha utilizado más de 50.000 latas, que echando cuentas supone una media de tres cervezas y media al día durante cuarenta años, sin descanso. Un tío grande y lo mejor de todo, su conclusión final: "Era más fácil que pintar la casa".
Si algún día viajais a Houston (Texas), no dejéis de visitarla. El trabajo de toda una vida hecha casa. El esfuerzo y la constancia al fin tienen su recompensa.
2 comentarios:
Hay que reconocer que la casa mola.
A Marcos casi le da ya para hacerle una casita a Peca.
Publicar un comentario